Colegio Mexicano de Ortopedia y Traumatología

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viernes, 4 de enero de 2013

Dr. Angel Peiró González, Cirujano Ortopédico. Dr. Carlos Pérez Lahuerta

                                         


Angel Peiró González, Cirujano Ortopédico

El 28 de Agosto de 2005 falleció repentinamente el Dr. Angel Peiró González a la edad de 58 años. El Dr. Peiró estudió Medicina en la Universidad de Valencia y se especializó en Cirugía Ortopédica y Traumatología como residente en la cátedra del Prof. Francisco Gomar Guarner. Tan pronto terminó su residencia trabajó un corto período en el Hospital General de Albacete, para regresar a Valencia al Hospital La Fe donde se integró en el Departamento de Cirugía Ortopédica y Traumatología en Abril de 1977 y donde desde entonces desarrollaría
toda su labor profesional.


Su primera publicación en una revista de difusión internacional versaba sobre las fibrosis musculares en los niños tras inyecciones intramusculares. (Este trabajo aparecido en el Journal of Bone of Joint Surgery en 1975 me sirvió de nexo de unión con el Dr. Peiró y significó el inicio de una profunda amistad que sólo se interrumpió con su desaparición). Tras esta publicación el Dr. Pieró preocupado y comprometido entonces con la patología de los niños, publicó 2 trabajos más en el mismo JBJS y en el Clinical Orthopaedics and RelatedResearchs sobre la fractura triplano del tobillo y la lesión de Monteggia. Tras su doctorado por la Universidad de Murcia, dirigido por el Prof. Antonio Navarro Quiles, Angel Peiróse volcó en lo que sería el motivo central de toda su carrera profesional y donde alcanzaría el reconocimiento general en nuestra especialidad: la patología ortopédica

y traumática de la cadera.

Eran los años finales de la década de los 70 y la cirugía protésica de la cadera estaba alcanzando una madurez que nadie se imaginaba. Apenas unos pocos años antes habían aparecido los primeros trabajos de Charnley y sus numerosos seguidores. No podía ser de otra manera en el Hospital La Fe de Valencia. Se creó una unidad que centralizaba la patología ortopédica subsidiaria de tratamiento mediante un implante protésico. Esto permitió acumular una vasta experiencia en un relativo escaso tiempo. Peiró fino y crítico observador empezó a preocuparse del diseño de la prótesis y del sistema de fijación de los componentes metálicos y no metálicos al hueso. La prótesis con la que se inició tenía un diseño que alejándose del original de Charnley pretendía mejorar los resultados, la sobrevida de los implantes. Peiró se dio cuenta en seguida de que los modelos de prótesis tendrían que respetar la anatomía de la cadera para conseguir una función aceptable, y especialmente deambular sin claudicación. En lo referente a la implantación o colocación de los componentes deberían minimizarse los errores de orientación tanto del vástago como del cotilo. Y en cuanto a la duración o vida útil de la prótesis habría que atender a la mejor fijación posible con el cemento quirúrgico y al desgaste de los cotilos, entonces de una sola pieza de polietileno.

Toda su vida con la cadera la pasó intentando solucionar estos problemas. En el diseño se abandonó los vástagos con cuello cilíndrico por cuellos Morse, y cabezas con diferentes largos. Los cotilos pasaron a tener dos partes: un cotilo de metal para anclar en el acetábulo y un inserto de polietileno que se colocaba a continuación. Los cotilos roscados nunca la satisficieron y mucho menos los troncocónicos. El tiempo le dio rápidamente la razón. En aquellos años de principios de los 80 le tocó experimentar con prótesis con cotilos de una sola pieza de cerámica roscada al acetábulo. La intención era conseguir una par de fricción cabeza cerámica con cotilo cerámico que se prometía cercano al normal del cartílago y cuyo desgaste sería inapreciable. Desgraciadamente estos cotilos de cerámica se aflojaban y se movían y era frecuente el mal posicionamiento de un vástago femoral que no se contenía adecuadamente en la cavidad medular del fémur. No sólo esto sino que además la cerámica resultaba menos resistente de lo esperado al desgaste y bastante frágil a los impactos. Muy pronto se abandonó estos modelos.

Sin embargo Angel pensaba al igual que algunos otros pocos cirujanos ortopédicos en Valencia en aquel entonces, que en ese momento el mayor problema de las prótesis se encontraba en el cemento utilizado para la fijación de los componentes. Que si estos se perfeccionaban en su diseño y se reemplazaban las aleaciones de acero por las de titanio se conseguiría una osteointegración metal hueso sin necesidad de interponer un tercer elemento como era el cemento. Contra el proceder de la mayoría de lo cirujanos españoles en esa época Peiró utilizó sistemáticamente las prótesis de aleaciones de titanio sin cementar, reservando el cemento naturalmente para situaciones especiales pero siempre extraordinarias.

Pero no sólo fue la prótesis primaria de cadera. Con el pasar de los años más que a poner prótesis nuevas se dedicó a retirar las colocadas por otros, o por él mismo, que habían fracasado y reemplazarlas por otras más modernas, sin cemento alguno y cuando era necesario utilizando generosamente hueso de banco para rellenar los defectos óseos que había producido la prótesis antigua. Consiguió resultados espectaculares en casos que otros cirujanos no se hubieran atrevido a operar. Estos éxitos quirúrgicos lo catapultaron a la primera línea de los "cirujanos de la cadera" en toda España. Se transformó entonces su Unidad de Cadera en un centro de referencia para los recambios o la cirugía de revisión, recibiendo enfermos de toda la Comunidad Valenciana o desplazándose a otros hospitales alejados de Valencia para resolver casos difíciles que le presentaban los amigos que sabían de su excelencia quirúrgica en este tema.

También le preocupó otras patologías de la cadera. Fue uno de los primeros en tipificar con claridad el edema óseo diferenciándolo de las necrosis isquémicas de la cabeza femoral. Gustaba llamar a las caderas dolorosas con hallazgos catalogados de edema óseo, "sindrome de osteoporosis transitoria" y recomendaba el reposo y la observación como único tratamiento. En la necrosis siguiendo la escuelas de moda entonces propugnó las perforaciones descompresivas, las "core decompressions", con perforaciones de grueso calibre, aunque no le gustaba rellenar estas perforaciones con cerámicas de hidroxiapatita, como hacíamos otros, porque pensaba que era necesario que la perforación permaneciera abierta para que la descompresión fuera efectiva. Con el tiempo y no hace mucho reconoció en seguida el valor de los factores de crecimiento como estimulantes de la reosificación, introducidos a través de la o de las perforaciones. Más discutidos fueron sus trabajos con las necrosis cefálicas avanzadas. Defendía la introducción de cemento acrílico en las perforaciones para aumentar la resistencia mecánica de la cabeza femoral, demorando el hundimiento que sabía que tarde o temprano se produciría. Decía Angel que "ganaba tiempo", algo muy importante cuando de pacientes jóvenes se trataba y sobre todo si era necesario después, casi seguro una prótesis de cadera.
En el último tiempo los tornillos de tantalio en las fases precoces de las necrosis le consiguieron resultados muy alentadores pero al truncarse su vida el trabajo quedó inconcluso.

Pero no sólo fue la ortopedia de la cadera. También la traumatología. Cuando Peiró se iniciaba como cirujano era evidente que el tratamiento de las fracturas pertrocantéreasinestables resultaba extremadamente insuficiente con los métodos de osteoíntesis en uso en esa época. En el mejor de los casos la mayoría de los pacientes operados, sino todos debían guardar reposo prolongado tras la operación. Con mucha suerte sólo un pequeño porcentaje de operados lograba recuperar la deambulación. Más aún el reposo prolongado favorecía la aparición de otras patologías graves que atentaban contra la vida del paciente. Insistía Angel y a veces sin ser comprendido, hubo quien pensaba que era muy duro con los pacientes, que era necesario movilizarlos activamente, operados o no si queríamos evitar que las complicaciones de orden general acabaran con la vida del fracturado en la cama.

Por eso se decantó y defendió contra viento y marea los sistemas de osteosíntesis rígidos, mecánicamente fuertes, sin componentes móviles, que aseguraran por si solos la estabilidad de la fractura y permitieran la deambulación precoz, si posible a las 24 horas de operado. Sin embargo nunca se enamoró de los clavos endomedulares cortos. Si el tratamiento exigía un clavo endomedular como en las fracturas subtrocantéreas prefería los clavos endomedulares largos, tradicionales, con tornillos de cerrojo hacia el cuello y cabeza femoral.

En las fracturas del cotilo sintió una gran decepción porque el sistema organizativo del servicio donde trabajaba no centralizaba estas facturas complejas y difíciles en su Unidad de Cadera.



Más allá del hospital Peiró descubrió de inmediato el valor de la Red de Redes, Internet como medio para comunicarse con el mundo científico. Fue pionero, impulsor y defensor de las posibilidades que ofrecía Internet a la Medicina y en particular a nuestro trabajo, la Cirugía Ortopédica y la Traumatología. Desde el primer momento se integró en la Lista de Distribución Ortopedia de la RedIris, del CSIC, recientemente creada en 1996 por unos amigos de Alicante. Peiró junto con unos pocos visionarios entonces contribuyó con su entusiasmo, la fuerza de sus convicciones y la defensa de sus principios a que la Comunidad Virtual Ortopedia esté hoy presente en más de 20 países y con casi 500 especialistas participantes sea considerada, para envidia de algunos y admiración de muchos, la más antigua del mundo occidental en funcionamiento ininterrumpido. Peiró cosechó una legión de amigos en casi todos los países de la América hispanolusa. Muchos de estos amigos visitaron Valencia invitados por Angel que les procuró ayuda económica de parte de casas comerciales cuando no pudieron costearse ellos mismos el viaje o la estancia. Otros amigos contaban con Angel para aclarar sus dudas profesionales, las indicaciones terapéuticas o diagnósticas de un caso clínico. Siempre estuvo dispuesto a ayudar, a aconsejar a todo el amigo que le pedía desde una simple opinión hasta una exhaustiva bibliografía.



Queridos amigos:

Hay gente que en su vida profesional puede realizar grandes avances o una labor de alta calidad científica. Pero de nada sirve o sirve muy poco si estos progresos no se dirigen hacia los objetivos que son la esencia misma de nuestra profesión: por un lado el paciente como receptor directo y favorecido de este hacer bien las cosas, y por otro los jóvenes profesionales que tomarán el relevo cuando nos hayamos retirado. El Dr. Angel Peiró González se distinguió como ningún otro en estos dos aspectos fundamentales en la vida de un médico. Los pacientes le adoraban porque nunca los abandonaba, cuando las cosas salían bien pero sobre todo cuando el éxito no premiaba las buenas intenciones. Y no hay un sólo médico que haya trabajado a su lado que no le tenga que agradecer las enseñanzas recibidas, que siempre iban más allá de lo meramente técnico. Angel enseñaba a operar pero por sobre todo enseñaba a vivir. A vivir con honestidad. A ser crítico y duro con la industria farmacéutica y con las empresas de productos quirúrgicos que muchas veces dirigen nuestro trabajo, manipulan nuestro pensamiento y nos borran nuestra libertad para investigar, para decidir, o simplemente para pensar. “Mucho bisturí, demasiado” decía Angel, y muy pocas ideas, especialmente muy pocos pensamientos propios, meditados, razonados, fundamentados. ¡Operar, operar! clamaba con su vozarrón. ¡Eso es lo que quieren ellos, los que venden y se enriquecen a nuestra costa y a costa de los enfermos!

Ya no está Angel. Los que quedamos que lo conocimos y convivimos con él nos iremos a nuestras casas muy pronto. Es mi deseo y esperanza que la memoria del Dr. Peiró con todo lo que ello significa haya fructificado, crezca y se reproduzca en la gente mucho más joven para que nunca muera. Porque la Historia nos ha enseñado que vendrán otros tiempos que con sus avances espectaculares harán que lo que hoy hacemos sea o parezca casi absurdo por no decir rayano en el disparate. Pero las enseñanzas que dejó el Dr. Peiró se refieren a valores universales y por lo tanto imperecederos. Y esos valores no deben olvidarse.


Dr. Angel Peiró Gonález, donde quiera que estés, descansa en paz, que bastante luchaste en esta Tierra.



Valencia, Agosto 2005.
Dr. Carlos Pérez Lahuerta

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